Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
La muerte de 111 personas a raíz de los incendios forestales en Maui no puede, no debe ser en vano. Las preguntas abundan y son necesarias respuestas satisfactorias.
¿Por qué no se activaron las sirenas de alerta o no fueron activadas?
¿Por qué la principal empresa de electricidad no cortó el suministro para evitar igniciones adicionales?
¿Por qué demoró el presidente Biden en visitar la zona del desastre?
Por reglamento, un Equipo Nacional de Respuesta especializado de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) debe realizar una investigación completa de los incendios.
El gobernador de Hawái, Josh Green, aceptó que pudieron haberse cometido errores debido a la intensidad del momento, pero sugirió que el cambio climático pudo haber agravado el impacto de esas fallas.
Pero la explicación climatológica no es suficiente. Si se determina que existieron errores, es necesario que se compartan con la sociedad, que se deslinden responsabilidades y que se actué en caso de negligencia o incompetencia.
Hasta el momento sabemos que el jefe de la Agencia de Manejo de Emergencias de Maui, Herman Andaya, no activó las sirenas ante el temor de que la población la confundiera con una alerta de tsunami y corriera en la dirección equivocas.
Andaya renunció “por razones de salud”, pero eso no invalida una pregunta crucial para el futuro: ¿por qué no existe un claro protocolo de protección civil en una zona rodeada de potenciales amenazas naturales?
La empresa Hawaian Electric ya enfrenta una demanda legal presentada por residentes locales ante evidencia de al menos un fuego ocasionado por un árbol caído sobre un transformador.
También deberá evaluarse si ha sido oportuna la asistencia de autoridades federales y si la administración Biden actuó con la suficiente celeridad.
Es un hecho irrefutable que la preparación y el alistamiento ante desastres naturales, salvan vidas. No se debe escatimar ningún esfuerzo.
Algunas ciudades del mundo han tomado acciones ejemplares para mejorar la protección civil a raíz de fenómenos inevitables, como terremotos, incendios, huracanes o tornados. Durante un reciente terremoto en California, la alerta se activo oportunamente. La ciudad de México se ha esmerado en crear una cultura sísmica desde el trágico temblor de 1985.
Los damnificados de Maui son mayoritariamente nativos de Hawái. La historia nos ha ensenado que las tragedias climáticas nos golpean desproporcionadamente a las minorías de color. Ya surgieron reportes de personas inescrupulosas que buscan sacar provecho comprando terrenos en las zonas destruidas a precios irrisorios.
El gobierno federal no puede permitir que los damnificados sean víctimas dobles, primero de la naturaleza y después de los buitres que medran con la desesperación. Se debe actuar de manera rápida y decisiva en todos los frentes y aprender las dolorosas lecciones de la tragedia.
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